El Malsín

lunes, 2 de mayo de 2011

CUENTO...

Se cayó de la cama, todo había sido un sueño, una pesadilla o un deseo anhelado, ensuciado por el remordimiento de su conciencia.
Los segundos retumbaban en su cabeza, aún cuando sabía que el reloj se encontraba muy lejos de donde él estaba. El cielo se cubrió de nubes alertando la llegada de una gran tormenta, se estremeció, el momento había llegado, la hora que tanto había esperado por fin se abría paso ante él.
Caminó sigilosamente por la habitación esperando a que los otros finalmente se hayan ido. Estaba listo. De su media sacó una navaja y terminó de cortar el metal que lo detenía, tenía que actuar con rapidez, sabía con exactitud que a la media hora volvían los otros, y no tenia tiempo que perder. Previamente realizado lo necesario para que no denoten su ausencia, por lo menos durante unas horas, corrió la cama y se introdujo en el conducto. No tenía linterna y estaba muy oscuro, aún así siguió avanzando, muchas veces advirtió que algo le recorría los pies, las manos, u otras partes del cuerpo mas escondidas entre su escasa ropa, pero el miedo y el susto no hacían efecto ante él, soportaba cualquier cosa.
No sabía cuanto tiempo llevaba ahí dentro, pero podía asegurar que hacía más de una hora que venía avanzando sin parar. Se detuvo para tomar la última gota de agua que quedaba en su cantimplora, la cual había robado de su compañero fallecido. A pesar de no zacear su sed, siguió adelante. Las gotas de sudor le recorrían el cuerpo como lo hace la lluvia cuando baja revoloteando por las montañas hasta llegar al suelo, donde se une a las demás y olvida su individualidad.
En su mente revivía todos los momentos pasados mientras continuaba por el conducto, ya no le importaba más nada, ni la insistencia de su madre, ni la infiel de su esposa... quería perder la memoria, olvidarse de todo, de todos, quería volver a nacer pero ser otro en cuerpo y alma, alguien diferente, que no tenga ni hasta la última huella de lo que el era antes, ¿podría lograrlo acaso?
Se dio cuenta como el conducto empezaba a humedecerse, la tormenta había comenzado, sabía que esto le dificultaba las cosas, pero quiso seguir igual. La humedad se convirtió en gotas y tiempo después el agua comenzó a cubrirle las rodillas. Tenía que darse prisa, pero estaba exhausto. De todas maneras continuó con el mismo ritmo con el que venía avanzando.
De repente reparó que el camino comenzaba a esclarecerse, pensó que estaba cerca, se entusiasmó y se llenó de placer durante unos instantes. Salió a la luz, aunque está no era tan clara debido a la hora y a la presencia de una inmensa tormenta. Se alegro de haberse liberado del conducto justo antes de que el agua le cubriera las piernas. Se paro, sintió la lluvia que lo empapaba y el viento que hacia alborotar los pelos que aun tenía secos. Se regocijó con tan solo pensar en lo que había dejado atrás, volteó su cabeza y observó, empezó a reírse y tuvo ganas de gritar, pero se contuvo ante el inconveniente que podría causarle eso. Corrió libremente por el enorme espacio verde frente a sus ojos, quedando muy atrás la gigantesca mole que lo había contenido esclavizado por más de trece años. De pronto sintió una extraña sensación, no sabía a donde ir, y por primera vez en su vida experimentó el miedo, parecía estar perdido en medio del espacio sin encontrar un lugar propio, algo que lo mantuviese estable, no quería dormir, no quería comer, no quería hablar, no sabia que le esperaba ni cuanto tardaría en llegar eso que tanto esperaba, o no. Pensó en aguardar a que algo suceda, pero esto lo atemorizó más y volvió a correr. Se mantuvo así varios minutos hasta que finalmente tropezó con una piedra.
Sus ojos le daban vueltas, su respiración se aceleraba; lo único que visualizaba era una luz... Una extraña luz blanca que poco a poco se fue convirtiendo en gris, hasta llegar a ver claramente el techo de la tortura, las paredes de su prisión.

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